51 Razones para enamorarse de una Colombiana



Sin duda las mujeres colombianas son las más hermosas, pero si quieres las verdaderas razones para enamorarse de una Colombiana, y estar totalmente seguro que estar metido con una colombiana es lo mejor sigue leyendo este post:


Razones:

Porque las razas suelen privilegiar un género, y en Colombia claramente fue el femenino.
Porque las colombianas agradecen los piropos. O por lo menos sonríen.
Porque contestan el saludo en un ascensor.
Porque saben hacer voz de ingenuas. Y uno les quiere creer.
Porque son consentidoras.
Porque son consentidas y lo reconocen. Y exigen que las consientan.
Porque el feminismo no ha logrado echarles a perder su feminidad. 
Porque suelen mostrar lo justo: ni tanto que las vuelva vulgares, ni tan poco que no inspiren.
Porque además de la malicia les dieron inteligencia de sobra.
Porque dicen “no” cuando quieren decir “sí”, pero hacen notar que están diciendo mentiras.
Porque, si es necesario, toman la iniciativa.
Porque nadie es tan sincero como una santandereana.
Porque las caleñas despiertan las ganas de bailar.
Porque las paisas saben lo que tienen y lo hacen notar.
Porque las costeñas saben bajarle el drama a la vida.
Porque las bogotanas despiertan el ingenio a la hora de la conquista.
Porque cada día son menos mojigatas.
Porque de bobas no tienen ni un pelo.
Porque los madrazos se les oyen muy bien.
Porque a casi todas les gusta el fútbol. O por lo menos no les molesta que uno vea los partidos metido en la cama.
Porque saben qué es lo mejor que se puede hacer durante los quince minutos del intermedio.
Porque saben callar cuando el equipo de uno pierde.
Porque las feas son la inmensa minoría.
Porque incluso las feas tienen su gracia.
Porque ni siquiera entradas en años renuncian a verse bien (lo cual no significa que promuevan las prácticas cuchibarbies).
Porque son las mejores profesoras de baile.
Porque, aunque a algunas se les va la mano, suelen tener una justa y necesaria dosis de vanidad.
Porque al ver a las mamás (de ellas), uno puede predecir cómo van a ser… y decidir si se le mide a algo más serio.
Porque en realidad nada las apasiona tanto como la familia.
Porque reconocen que uno quedó mal criado y lo siguen maleducando.
Porque por bravas que sean –o que parezcan– dejan un flanco descubierto para que uno les pida perdón cuando la ha embarrado.
Porque casi siempre perdonan.
Porque se desdoblan en las reconciliaciones.
Porque cada día son menos machistas: y eso habla muy bien de ellas.
Porque no se dejaron deformar por el feminismo rampante.
Porque cuando miran de frente dejan ver lo que tienen en el corazón.
Porque cuando miran rayado uno se queda con la duda de si había en ellas un dejo de coquetería.
Porque si uno se demora en tomar la decisión, ellas no tienen problema en tomarla por uno.
Porque están convencidas de que virginidad no es sinónimo de virtud.
Porque no reprimen el impulso de reírse con ganas.
Porque son capaces de dar mucho a cambio de un buen chisme.
Porque cuando uno está a punto de embarrarla en público, ellas hacen hasta lo imposible por evitarlo.
Porque le toleran a la suegra –que es la mamá de uno– muchas más impertinencias de las que uno les aguanta a las mamás de ellas.
Porque a ellas no les interesa competir con uno. Y si tienen un puesto mejor o un sueldo más grande no andan exhibiendo los comprobantes de pago como si se tratara de un abanico.
Porque les interesa, en cambio, competir con las mujeres de los amigos de uno a ver cuál es la más y cuál es la mejor.
Porque, cuando toca, se dejan oír.
Porque aceptan que uno no vaya a sus reuniones de compañeras de colegio.
Porque, más allá de la región de donde vengan, suelen tener un tono de voz más cerca de la proposición cubana que del regaño alemán.
Porque cuando aman se entregan sin restricciones.
Porque dan ganas de proponerles lo atrevido y lo prohibido.
Porque también dan ganas de hacerles tratos hasta que la muerte nos separe.
Porque uno cae en sus redes sin darse cuenta a qué hora.
Porque inspiran.
Porque jamás dejan de seducir.
Porque son las nuestras.

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